Cómo nos tratamos

En este apartado, trataremos las dinámicas, las dificultades y las facilidades de trabajar juntos.

Uno de los puntos de partida de nuestra actividad como colectivo, es el deseo de trabajar juntos, enredando disposiciones y formatos, generando una identidad múltiple que nos aporta mayor libertad de creación. «Libertad de creación». Bien. ¿A qué me refiero con eso? Porque puede ser un poco cualquier cosa. Libertad en el sentido de que las aportaciones que cada uno hace dejan de tener, en primer lugar, la responsabilidad del registro. Al excedernos en los formatos, la presión de «hacerlo bien» se transforma en un deseo de aportar trabajos interesantes al proyecto, sin miedo a lo que puedan pensar terceros. Entre otras cuestiones, esta mutación es posible debido a que las obras van firmadas con como Las posterioris, por lo que lo que pueda suponer conflicto de cualquier tipo con otras personas no es problema de la persona en cuestión, sino del colectivo en conjunto. Somos un poco Fuenteovejuna.

Nuestra forma de trabajar, las dinámicas que seguimos, como nos reunimos…; Son cuestiones que se irán respondiendo en este apartado.

Como subsector acrítico de Las Posterioris, desarrollamos el proyecto Postreriori basado en la preparación de postres dulces y vistosas meriendas multicalóricas.

ALGUNAS PREMISAS

Amateurismo amistoso

En una entrevista concedida alrededor de 1990, el artista conceptual Stuart Morgan hablaba con nostalgia del amateurismo amistoso que caracterizaba los últimos setenta, y calificaba el posterior postconceptualismo como un arte WASP (White, Anglo Saxon, Protestant): “Tiene que haber algo de represión en un proceso de elaboración que apunta al mismo nivel de perfección que los objetos de diseño industrial…» [Juan V. ALIAGA y José Miguel G. CORTÉS (1991): “Entrevista con Stuart Morgan”, en Arte conceptual revisado. València: UPV, p. 125].

¿Qué significa que la activa neovanguardia conceptual practicara un “amateurismo amistoso”? El amateurismo apunta a situar la creatividad por encima del objeto final, algo presente en muchas vanguardias y neovanguardias. Recordemos que Robert Filliou propuso en los años 60 un utópico “Principio de equivalencia de la creación permanente” que anteponía la creatividad a la obra acabada, y según el cual una obra podía estar bien hecha, mal hecha o no hecha. Apelando al valor de uso de la creatividad artística estallaba en pedazos todo el sistema artístico institucional y su mezquina escala de valores. Mantenía su aspecto utópico, social, el nivel de la experimentación vanguardista, pero a la vez lo encarnaba en el seno de relaciones a escala humana. Lo contrario de la “represión” de la que hablaba Morgan: el formalismo propio del mercado artístico y la burocratización que implica el mecenazgo público y privado, con sus becas y subvenciones.

No se trata de valorar la chapuza, la reiteración, la falta de objetivos o de reflexión, que son tan habituales en el arte de acción actual. Pero sí de apelar aún a la desmaterialización del arte, a ensayar de nuevo la tensión arte-vida y su corolario, el rechazo a un arte autónomo –en el sentido de “ensimismado”, institucionalizado. Estas actitudes ácratas se gestionan mediante vínculos en red entre proyectos y personas afines, en relaciones horizontales entre iguales, con la mayor exigencia pero también con la mayor simpatía, sin paternalismos.

Con lo cual, el verdadero problema vuelve a ser, como también decía Filliou, pagar el alquiler.

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